Divisive Narratives

División en las urnas: ¿Qué podemos aprender de España?

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Por Paula Sevilla Núñez, Oficial de programa, Pathfinders y Raquel Jesse, Asociada de Programa, Pathfinders en el Centro de Cooperación Internacional de NYU

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El destino electoral de España pende de un hilo desde que, en las elecciones anticipadas del 23 de julio, ni el bloque de derechas (el Partido Popular y Vox) ni el bloque de izquierdas (liderado por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) del Presidente Pedro Sánchez y la recién formada coalición de partidos de izquierdas Sumar) lograron la mayoría necesaria para gobernar. Los resultados del pasado domingo desafiaron la expectativa generalizada de un vuelco considerable a la derecha.

Photo of people waving Spanish flags during a protest demanding general elections and against Pedro Sanchez’s Government after motion of censure, in Madrid, Spain. The crowd is looking towards the left, with a few people looking towards the right in the bottom corner of the photo.
Personas ondean banderas españolas durante una protesta contra el Gobierno de Pedro Sánchez exigiendo elecciones generales tras la moción de censura, en Madrid, España, junio de 2018. (Marcos del Mazo/Shutterstock)

Para quienes buscamos construir sociedades más pacíficas y solidarias, vale la pena reflexionar sobre el uso de métodos cada vez más divisivos que enemistan a unos grupos contra otros con el fin de obtener el favor electoral. Como lo demuestran los movimientos antifeministas en Corea del Sur o la retórica antimigrante en Suecia, España no es el único país que se enfrenta a este tipo de tácticas, pero puede ofrecer un camino a seguir.

Siguiendo el clásico manual de “divide y vencerás”

Un mes antes de las elecciones, una lona de seis metros colocada en una de las calles más concurridas del centro de Madrid presentaba una poderosa visualización de la jugada del “divide y vencerás”. La pancarta mostraba una mano adornada con la bandera española arrojando símbolos representativos de la comunidad LGBTQI+, el feminismo, el movimiento okupa, la independencia de Cataluña y la Agenda 2030 a una papelera. Sobre la imagen, el mensaje leía “Decide lo que importa”.

Imágenes como esta aspiran a generar un rechazo hacia movimientos y políticas progresistas al tratar de culpar a activistas, migrantes o personas trans de los problemas de la sociedad. En lugar de apoyar medidas que aborden las causas profundas de la desigualdad en la sociedad, se explotan los temores sinceros de la gente ante un futuro incierto: una sensación de precariedad que en realidad es compartida por todas las clases, géneros y razas. Estos mensajes presentan las políticas contra la desigualdad como un “juego de suma cero” (por ejemplo, los avances para las mujeres se describen como una amenaza para los hombres, o se asegura que la descarbonización de la economía se produce a expensas de los trabajadores industriales).

Captura de pantalla tomada de la cuenta de Twitter de Vox, 17 de Junio, 2023
Captura de pantalla tomada de la cuenta de Twitter de Vox, 17 de Junio, 2023

El aumento de los discursos divisorios en el mundo

Estas tácticas de “guerra cultural” están muy extendidas en todo el mundo. Con una retórica transfóbica similar a la que se ve en Estados Unidos o el Reino Unido, el candidato de Vox, Santiago Abascal, avivaba el miedo contra una nueva ley de reconocimiento de género alegando que pone en peligro la seguridad de los niños (haciendo eco de las tácticas utilizadas contra los homosexuales en la década de 1980). Las mismas estrategias difamatorias empleadas para convertir a las personas trans en chivos expiatorios se utilizan también contra inmigrantes y las minorías étnicas, lo que, por ejemplo, ayudó a la llegada al poder de la Primera Ministra Giorgia Meloni en Italia.

Estas tácticas se aplican a diversas cuestiones. Por ejemplo, la transición hacia las energías renovables se presenta como un asalto a las industrias nacionales, impuesto por las “élites de Bruselas” En Brasil bajo Bolsonaro, el rechazo a las medidas climáticas dio lugar a un aumento de las emisiones y a una mayor acumulación de riqueza en manos de los súper-ricos.

Campañas como las de apoyo a Bolsonaro y Trump han demostrado que sembrar la división y el odio es una forma fácil de ganar votos, incluso de aquellos que tienen las de perder. En España, votantes que se benefician de políticas recientes — como la subida del salario mínimo, la ampliación de las libertades para grupos marginados y la limitación de los precios de la energía — aún pueden verse persuadidos de apoyar a partidos que abogan por políticas regresivas como la privatización de la sanidad y el aumento de los salarios de los propios dirigentes.

Afortunadamente, estas divisiones no han cuajado del todo. Esto se ve en que, por ejemplo, a pesar de los titulares que demonizan a los inmigrantes en los medios de comunicación, las encuestas indican que la inmigración sólo es una de las principales preocupaciones del 2% de los ciudadanos, y otros estudios muestran niveles muy bajos de polarización en cuestiones clave como el apoyo a los servicios públicos y la sanidad.

No es demasiado tarde para España, y hay dos lecciones concretas que podemos aprender de este momento para contrarrestar las narrativas divisorias.

1. Los líderes deben adoptar una postura clara y denunciar las tácticas divisorias.

Está demostrado que denunciar las estrategias divisorias y explicar sus motivos puede servir para evitar que las personas sean persuadidas y adopten mensajes xenófobos y transfóbicos. Puede ser tan sencillo, por ejemplo, como denunciar a quienes intentan culpabilizar injustamente a los inmigrantes de sus bajos salarios en lugar de a sus empleadores.

Uno de los momentos clave de la campaña electoral fue cuando el candidato presidencial del Partido Popular, Feijóo, fue corregido en directo por una periodista sobre sus falsas afirmaciones de que su partido había aumentado el valor de las pensiones conforme al IPC mientras estaba en el poder.

2. Contrarrestar la división exige abordar los miedos de fondo que intensifican el atractivo de los discursos reaccionarios.

Los dirigentes y las figuras públicas deben atender a las preocupaciones comunes de la gente en materia de vivienda, seguridad laboral y coste de la vida, y desarrollar una visión compartida de la sociedad en la que la mayoría de los votantes querrían vivir, independientemente de su raza, sexo y origen. También deben trabajar con las comunidades que se han quedado atrás (o temen hacerlo en el futuro), no sólo en la aplicación de políticas, sino en la construcción de movimientos colectivos para metas comunes.

Vimos un ejemplo de esto cuando la candidata de Sumar, Yolanda Díaz, apeló a la frustración compartida de la clase trabajadora que no sólo lucha por pagar el alquiler sino que además paga impuestos más altos que el 1% más rico.

Una nación que salió de una dictadura fascista hace apenas medio siglo se encuentra ahora al borde de abrazar de nuevo a la extrema derecha. Para construir sociedades más pacíficas y unidas, los responsables políticos deben adoptar una postura firme contra estas estrategias y denunciarlas, abordando al mismo tiempo los temores subyacentes que alimentan su atractivo. Al propagar una visión compartida de una sociedad que integre a distintas razas, géneros y orígenes, y formar alianzas para elevar a todas las comunidades, España y otros países pueden cumplir la promesa de “no dejar a nadie atrás”.

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